El envejecimiento es un proceso asociado a una serie de cambios estructurales y funcionales profundos en nuestro organismo: el sistema neuromuscular se somete a una remodelación exhaustiva que involucra a los músculos, la fascia y los sistemas nerviosos central y periférico. Las características intrínsecas de los tejidos, así como su acoplamiento funcional y estructural, se ven afectadas y se produce un descenso generalizado en el rendimiento físico. La literatura científica apunta a que la senectud está asociada a una mayor rigidez y una menor elasticidad de la fascia, así como a la pérdida de masa músculo-esquelética, de fuerza y de potencial regenerador. La interacción entre las estructuras musculares y la fascia también se ve debilitada.
La pérdida progresiva de masa muscular durante el envejecimiento, conocida como sarcopenia, se empieza a detectar a partir de la tercera década de vida y aumenta gradualmente con la edad. Está vinculada a un descenso de entre el 30 % y el 50 % en el número de fibras músculo-esqueléticas, y a la reducción de entre el 10 % y el 40 % de su tamaño, hecho asociado al deterioro del rendimiento muscular. Más concretamente, se estima que mujeres y hombres pierden un 0,37 % y un 0,47 % de masa músculo-esquelética al año respectivamente.
Estudios clínicos realizados con personas mayores han demostrado que la fuerza muscular disminuye más rápidamente que la masa muscular. Tras comparar a un grupo de personas adultas menores de 40 años con otros adultos mayores de 40 años, se estima que la pérdida se sitúa entre el 16,6 % y el 40,9 %. La remodelación de los músculos esqueléticos que se produce con el paso de los años también repercute en sus propiedades mecánicas y se traduce en una mayor rigidez y una menor elasticidad de varios músculos (trapecio superior, esternocleidomastoideo, bíceps braquial, recto femoral). Además, se produce una alteración del rendimiento neuromuscular que se traduce en un aumento del tiempo requerido para realizar ciertas actividades cotidianas (subir escaleras, levantarse de una silla, recorrer una cierta distancia…). Sin embargo, los músculos esqueléticos envejecidos presentan cierta plasticidad, que consiste en el potencial de que el tejido altere sus características estructurales y funcionales para responder a los cambios ambientales.
Además de su influencia en los músculos esqueléticos, el envejecimiento también conlleva una serie de cambios en la fascia y los tendones. La fascia muscular se compone de múltiples moléculas, como las proteínas estructurales (colágenos, lamininas, fibronectina, tenascina y elastina), factores de crecimiento (TGF e IGF), glucosaminoglicanos, proteoglicanos, encimas de degradación (metaloproteinasas), citoquinas y agua. La composición de dichas moléculas cambia con el envejecimiento.
Debido a su estructura y composición, la fascia presenta unas propiedades elásticas, viscoelásticas y plásticas que repercuten enormemente en las características biomecánicas del sistema locomotor. El envejecimiento se asocia a una alteración del grosor de la fascia específico según la zona del cuerpo: el grosor de la fasciaen las extremidades inferiores desciende en hasta un 25,8 % con la edad, mientras que la fascia en la parte baja de la espalda aumenta en hasta un 76,7 %. Estos cambios implican una menor flexibilidad de las articulaciones. A pesar de los cambios relacionados con la edad en el tejido conector, el efecto de tales cambios en las propiedades mecánicas de los tendones, como la fuerza, la rigidez y la elasticidad, sigue siendo objeto de debate debido a datos contradictorios.
Cabe destacar que los músculos y la fascia trabajan conjuntamente para procurar el correcto funcionamiento del sistema locomotor. Su estrecha relación hace que la ejecución del movimiento dependa estrictamente del estado de cada uno de ellos. Por ejemplo, durante el ejercicio físico, resulta esencial la correcta preparación de la fascia mediante protocolos de calentamiento y estiramiento a fin de optimizar los resultados y minimizar el riesgo de lesión. La fascia es un elemento fundamental del sistema contráctil muscular. Puede modular su composición y estructura para responder a estímulos biomecánicos, permitiendo así su adaptación con el tiempo a las necesidades del organismo.
Numerosos estudios han demostrado que los músculos ubicados en zonas del cuerpo anatómicamente separadas pueden cambiar las limitaciones de tensión mediante una conexión y cooperación estrecha con las estructuras de la fascia, contribuyendo así a la ejecución del movimiento. En el compartimento anatómico situado entre la pierna y el tronco, esta compleja arquitectura se ha descrito como una cadena de fuerzas de transmisión miofasciales.
El resultado es la alteración de la amplitud de la fuerza generada por el sistema neuromuscular, su transmisión a lo largo de la cadena miofascial, la movilidad articular y la coordinación de movimientos. Las alteraciones en la estructura y el funcionamiento del sistema nervioso contribuyen al descenso de la eficacia músculo-esquelética con la edad, debido a una menor coordinación motora y fuerza muscular. Las personas mayores presentan una reducción del 40 % en el número total de unidades motoras.
A lo largo de la vida, la fascia puede sufrir daños a raíz de acontecimientos traumáticos, una actividad física inadecuada o una cirugía. Como resultado, se activan los mecanismos de reparación a fin de restablecer las características estructurales y funcionales originales del tejido. La alteración de este proceso puede conducir a la disfunción músculo-esquelética y a una serie de trastornos. Así pues, cualquier estrategia enfocada a mejorar la regeneración miofascial es esencial. Existe un amplio abanico de técnicas de manipulación tisular con el objetivo de reparar la fascia, puesto que es importante estimular mecánicamente el nervio y la fascia. Los enfoques concebidos para modular la actividad mecanoreceptora pueden ser útiles en la recuperación funcional.
El envejecimiento se asocia a una serie de cambios en las céulas, los tejidos y los órganos que conducen a un deterioro progresivo en términos de desempeño físico. El sistema músculo-esquelético pierde su eficacia debido a los cambios moleculares y celulares que se producen en la fascia, el tejido músculo-esquelético, el sistema nervioso y su acoplamiento estructural y funcional.
La genética, la epigenética, el entorno, las enfermedades, el estilo de vida, la nutrición y las lesiones también desempeñan un papel importante en la remodelación tisular que se produce con el envejecimiento. Gracias a los avances científicos más recientes, se han definido muchos de los fenómenos y los mecanismos asociados al envejecimiento, si bien todavía queda mucho por estudiar. Las técnicas de manipulación pueden ayudar a mejorar la regeneración miofascial en personas mayores. También se sugiere que la actividad física conforma una estrategia efectiva para combatir las consecuencias perjudiciales del envejecimiento.
FUENTE: Zullo A, Fleckenstein J, Schleip R, Hoppe K, Wearing S, Klingler W. Structural and Functional Changes in the Coupling of Fascial Tissue, Skeletal Muscle, and Nerves During Aging. Front Physiol. 2020 JUN 24;11:592. https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/32670080/
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